¿Alguna vez te has preguntado por qué a veces reaccionas como un niño, otras como un padre protector y otras como un adulto racional? La respuesta podría estar en el Análisis Transaccional, una herramienta de comprensión de la personalidad y las relaciones humanas.

Fue en la década de 1950 cuando Eric Berne (1910-1970), un psiquiatra canadiense, comenzó a dar forma a sus revolucionarias ideas, que fueron publicadas en su libro “Juegos en que participamos” (1964).  Esto popularizó el análisis transaccional a nivel mundial.

Pero, ¿qué compone exactamente este enfoque transformador? El Análisis Transaccional se basa en la idea de que nuestra personalidad se estructura en tres estados del yo fundamentales:

• Padre: La parte de nosotros que contiene las actitudes, creencias y comportamientos aprendidos de nuestras figuras parentales (o sustitutas). Puede manifestarse de forma crítica o nutritiva.
• Adulto: El estado del yo racional, objetivo y orientado a la realidad. Procesa información, resuelve problemas y toma decisiones basadas en la lógica.
• Niño: La parte de nosotros que alberga las emociones, impulsos y experiencias de nuestra infancia. Puede expresarse de forma natural, adaptada o rebelde.

En el análisis transaccional se analizan las “transacciones”, es decir, los intercambios de comunicación entre personas, identificando desde qué estado del yo se inicia la interacción y a qué estado del yo se dirige la respuesta. Comprender estas dinámicas nos permite desvelar patrones de comunicación disfuncionales y abrir la puerta a relaciones más saludables y funcionales.

El Análisis Transaccional ha tenido una gran influencia en el mundo empresarial y organizacional.  Su capacidad para mejorar la comunicación, resolver conflictos y fomentar el trabajo en equipo lo ha convertido en una herramienta valiosa en la gestión de recursos humanos y el desarrollo del liderazgo.