¿Te enfocas en los detalles más pequeños? ¿Pasas días y meses tratando de mejorar algo y parece que ese momento en que lo ves perfecto nunca llega? Si es así, es probable que estés atrapado en la prisión de la perfección, una situación que puede impedir tu progreso.
A menudo, nuestro cerebro prefiere lo familiar y cómodo a lo desconocido y desafiante. Es por eso que puede ser difícil salir de nuestra zona de confort y abordar nuevos desafíos. A veces nos engañamos a nosotros mismos al seguir mejorando algo, bajo la excusa de que queremos hacerlo perfecto, cuando en realidad estamos siendo improductivos.
Es importante recordar que la perfección es subjetiva y está en constante cambio. Por lo tanto, perseguirla puede ser un objetivo frustrante e inalcanzable. En cambio, centrarnos en el aprendizaje y la mejora continua puede llevar a resultados excelentes.
Recuerda, no es necesario que todo sea perfecto para lograr resultados significativos. A veces, el mejor enfoque es simplemente hacer lo mejor que puedas en ese momento y seguir adelante.